miércoles, 22 de septiembre de 2010

Liderazgo

Recuerdo una situación en donde yo y un equipo de trabajo quisimos imponer nuestros valores en una comunidad del estado donde pertenezco, para ello diseñamos una serie de conferencias en las que se trataba el tópico de equidad de genero, con la finalidad de reducir el indice de violencia en que las mujeres eran victimas, tocando temas como autoestima, cultura, etc. El programa estaba bien diseñado, contenía talleres para que las mujeres trabajaran con su persona, aprendieran a darse su tiempo y cuidar de su salud física y mental, para que, según nosotros, todas lograrían identificar las actitudes y alcanzaran una mejor calidad de vida. Durante la ejecución las mujeres se mostraron entusiasmadas, cantaron, expusieron sus casos, realizaron las actividades, convivieron y compartieron tal y como se había planeado, sin embargo a cierta hora las mujeres comenzaron a desalojar el lugar, se les pregunto que porque abandonaban si tendríamos una convivencia al finalizar con platillos de la región y refrescos, las mujeres no podían quedarse porque tenían que ir a elaborar la comida porque sus maridos llegarían y se enojarían mucho si esta no esta hecha a tiempo, además del quehacer que habían dejado a medias;  por lo tanto nos dimos cuenta que la comprensión de nuestro ejercicio era superficial, pero que no podríamos actuar a un nivel mas profundo como lo son las creencias, valores y tradiciones que ya tienen las personas de esta comunidad muy arraigados, ademas de que los cambios son lentos y conllevan un proceso, que no es de un día para otro, por lo tanto nuestros objetivos estaban muy desfasados en tiempo de respuesta, y que el proceso debe ser lento actuando a nivel de las nuevas generaciones en modelos educativos, y no con cursos y talleres que solo tocan las fibras mas superficiales del nivel de conciencia de los implicados.

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